El pueblo

Arte, paisaje, naturaleza, cultura, tradición

Historia

De entre todas las poblaciones que encontramos en la Costa Brava, hay una que destaca por su singularidad y autenticidad: Cadaqués.

El nombre de Cadaqués podría provenir de la evolución de Cabo de Quers (cabo de rocas) debido a la gran cantidad de rocas sobre todo en la zona de Cap de Creus. Otra opción es que Cadaqués deriva de "cadaquer" o "cadaquers" que significaría bosque o bosques de enebros (en catalán càdecs), arbusto que poblaba toda esta zona costera. Una tercera posibilidad es que Cadaqués sea el compuesto de dos palabras de origen griego, kata-kairus, que significaría puerto ocasional (ya que los griegos utilizaban este puerto en sus rutas comerciales o de expansión cuando el mal tiempo les obligaba a interrumpir la navegación).

Situado en la parte oriental de la península del Cabo de Creus y considerado por muchos como la perla de la Costa Brava, su historia se remonta hace miles de años atrás, cuando los iberos eran los dueños y señores de estas tierras.

A través del mar mediterráneo llegaron otras civilizaciones más avanzadas como por ejemplo sardos, etruscos, egipcios y sobre todo griegos y romanos, todos ellos grandes expertos en navegación. Sin duda, la presencia de estas culturas y en especial de la griega y la romana, establecida durante mucho tiempo en la península, supuso un gran enriquecimiento cultural para los iberos. Probablemente, este contacto debió suponer, para los antepasados de los cadaquesencs, un gran avance en la pesca y navegación.

El primer documento que hace referencia a Cadaqués es anterior al año 814 y relata el naufragio de las reliquias de los santos Abdón y Senén que fueron salvadas por las gentes de Cadaqués. Destacan también, otros documentos como la donación del año 974 y la compraventa del año 1030, que hicieron los condes de Ampurias al monasterio de San Pedro de Rodas y que comprendía las tierras del Cabo de Creus. Este último documento pone de relieve la existencia de pescaderías, pescadores, viñas, puertos, calas y playas en esta península de la costa catalana. Y es que los habitantes de Cadaqués alternaban la pesca con el cultivo con el fin de poder subsistir en una tierra aparentemente hostil y difícil. Pero había otros problemas que preocupaban aún más a los cadaquesencs, como los piratas y corsarios que constantemente asaltaban Cadaqués.

En un documento del 1444, conservado en el archivo municipal de Cadaqués, se explica como 22 galeras de moros quemaron el pueblo, destruyendo consigo el archivo municipal de Cadaqués.

Precisamente, la construcción de la muralla de Cadaqués tiene sus orígenes en estos ataques. Así, corsarios genoveses y piratas algerianos o turcos como el temido Baba Aruj, más conocido como Barbaroja o Barbarrossa, amenazaron la existencia de los cadaquesencs. Éste último se sabe incluso que no solamente saqueó el pueblo, sino que también quemó la iglesia. Y es que la vulnerabilidad de los antiguos habitantes de Cadaqués venía dada por el aislamiento geográfico del municipio y por el hecho de estos vivieran encarados al mar, separados del resto de ampurdaneses, por la montaña del Pení.

Un gran número de pescadores y marineros de Cadaqués fueron capturados por los moros, aunque en ocasiones también se producían secuestros en tierra firme. Por este motivo de vez en cuando los marineros, más valientes, salían hacer frente a los invasores. De aquí que fuese creciendo la fama de los cadaquesencs como buenos marineros, hecho que podemos constatar ya en el siglo  XIII, cuando el rey Jaime I reconquista Mallorca a los sarracenos con la ayuda de los ampurdaneses.

Sobre las diversas culturas que han pasado por Cadaqués destaca la comunidad judía que, con el paso de los siglos, dejó su propia huella en la toponimia de algunas calles y con la edificación de una sinagoga, desaparecida a lo largo del siglo XV.

Con el fin de regular y controlar el sistema de pesca nació un tratado conocido como las ordenaciones de la pesquera de Cadaqués que abarcaba los siglos XVI y XVIII. Bajo estas ordenaciones se repartían las calas y se trabajaba en colectivo, con el objetivo de favorecer a la comunidad.

El consejo estaba formado por la universidad de Cadaqués que se reunía periódicamente para hablar de temas que afectaban a la comunidad.

Con el paso del tiempo el mar mediterráneo se fue haciendo más seguro, hecho que permitió que Cadaqués fuese creciendo dando paso a la industria, al comercio y a la rutas de ultramar. En consecuencia, a lo largo del siglo XIX, surgieron numerosas fábricas dedicadas a la creación de productos alimentarios como por ejemplo anchoas, atún, aceite de oliva, aguardiente, gaseosa, vinagre, pasta para hacer sopa etc.

No obstante, junto a estas fabricas, coexistían también otras industrias, algunas de la cuales producían tapones de corcho, jabón, carbonato de potasa, pipas para fumar etc. Paralelamente a este florecimiento industrial, el cultivo de la viña y los olivos fue desapareciendo, dando paso a un empobrecimiento económico; hecho que obligó a muchos cadaquesencs, a principios del siglo XX, a emigrar a América.  Algunas de las destinaciones más habituales entre los habitantes de Cadaqués fueron Cuba, Haití, Argentina, Uruguay, Méjico y Nueva York.

A pesar de la distancia, los cadaquesencs emigrados, más popularmente conocidos como indianos, seguían en contacto con el pueblo gracias a la revista local Sol Ixent. Esta publicación los mantenía informados de todo lo que pasaba en Cadaqués y viceversa, ya que la revista era también un medio de comunicación, un cordón umbilical, que informaba y unía aquellos que vivían en las Américas.

Los más afortunados se enriquecieron en América y de vuelta a Cadaqués edificaron lujosas viviendas que todavía hoy contrastan con la sencillez de las casas locales.

Muy pronto, artistas autóctonos y extranjeros llegaron a Cadaqués, atraídos por sus encantos y la belleza de su paisaje geológico. Así, numerosos pintores y escritores pasaron por Cadaqués. Algunos incluso se establecieron de forma definitiva, como el célebre pintor Salvador Dalí, que inmortalizó el pueblo en muchas de sus obras, dándolo a conocer en todo el mundo.

Pintores anteriores a Dalí, como Eliseu Meifren o contemporáneos suyos como Picasso, Duchamp, Max Ernst, Magritte y Antonio Pitxot, juntamente con su familia conocida por su talento artístico y musical;  además de escritores como Paul Eluard y su esposa Gala, Federico García Lorca, Eugeni d’Ors y Josep Pla, así como también el famoso cineasta Luís Buñuel, pasaron por Cadaqués entre muchos otros.

Finalmente, en los años 60, llegó el fenómeno del turismo que llevó a los cadaquesencs a abandonar casi definitivamente el cultivo y la pesca, para atender a los nuevos visitantes que llegaban a Cadaqués; atraídos por su autenticidad. Una autenticidad que en la actualidad perdura, gracias a su  aislamiento geográfico y que vemos reflejado en su rico patrimonio: el dialecto salado, las tradiciones cadaquesencas, la iglesia de Sta. Maria, el doll, cántaro de color verde que las mujeres utilizaban antaño para transportar el agua de la fuente. Éstos son sólo algunos de los elementos que hacen tan especial Cadaqués y que provienen de la herencia de un pasado que se pierde en la lejanía de los tiempos.